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La primera semana

Esta semana viajé con mi novio a Quito (Ecuador). El viaje era muy largo. No me gusta viajar muchas horas en avión, pero lo olvidas rápido si ves las montañas y la vida ecuatoriana.

El martes fuimos a la laguna en Quilatoa (a cuatro horas de Quito). ¡La laguna fue muy bonita! Cada vez me sorprende cuan grande son las montañas y como Dios lo había creado. ¡Dios es grande! Ahí caminamos durante una hora y media. Primero tuvimos que bajar a la laguna después subir al pueblo otra vez. Eso era muy difícil, casi no tenía aire para subir. Primero pensaba que mi condición no era buena, pero después nos dimos cuenta de que estábamos a 3.800 metros de la altura. Cuando estuvimos algunas horas en Quilatoa, mi novio se puso enfermo y poco después yo también: los dos teníamos el mal de altura. ¡Qué mal sentíamos! Estábamos en un hostal en un pueblito muy lejos de la ciudad. Quería explicar a la señora que tuvimos el mal de altura y que esta enfermedad puede ser peligrosa. Pero ella no entendía el problema y tampoco nuestra necesidad. Normalmente tienes que bajar a un lugar de menos altura, pero como era de noche, no había transporte. Esa noche estuve muy preocupada y no pudimos dormir bien. Al día siguiente día volvimos a Quito (está a 2500 metros de altura). En Quito nos relajamos, visitamos iglesias, comimos bien. Me gusta estar otra vez en el Sur de América; la gente es tan amable y le gusta hablar. Es como Bolivia, aunque no hay muchas mujeres que llevan ropa tradicional. En la calle hablé con muchas personas. Una vez estuve hablando con un profesor que trabajó en Quito. Me explicó como fue su trabajo y quería saber como era el mío. Fue una conversación interesante. Además hablé con la gente en las tiendas, en las iglesias y en los hostales.

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